Tiempo por separado

Tiempo por separado

La bimaternidad ofrece complicidad entre hermanos, juegos y risas, revivir una de las experiencias más intensas, ver cómo se multiplica la capacidad de amar y se magnifica el disfrute.
Pero el doble cuidado no es el doble de tiempo ni el doble de esfuerzo, porque mientras atiendes a uno el otro no está quieto mirando, no se pone en pausa.
Las cosas ocurren en paralelo, no una después de la otra.
Cuando uno se duerme el otro se despierta. Cuando uno quiere comer el otro quiere salir a la calle. Cuando uno abre el grifo del baño, el otro se sube a la silla.
Es el triple o cuádruple de cansancio, de noches con sueño interrumpido, de comidas rápidas de pie, de ojos que todo lo vigilan, de estado en alerta, de correr y no llegar.
Consigue abrumar tanto que desencadena esa sensación de no ser capaz, de estar superada, de sólo apagar fuegos, de no hacer de madre con todas sus letras.

Y a veces se echa de menos ese tiempo en exclusiva que disfrutó sólo el mayor. Ese uno-a-uno, en un ritmo más lento, donde además de cuidado había recreación y tiempo lento. Pausa.

Divide y vencerás es una práctica que de vez en cuando se hace necesaria. Vencer esa sensación de no atender, de no llegar, de no poder escuchar mirando los ojos, de no hacer de madre, de pérdida de complicidad.
Tener un tiempo por separado puede ser reparador, devolviendo el placer de la intimidad sin prisas a cada uno de los hijos, disfrutándolos sin distracciones.
Tener de vez en cuando un espacio para cada uno, donde aislarse un poco del entorno y ser individuos únicos en vez de «los niños».


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